Nace Luis Carlos Prada un 6 de agosto de 1920
en su ciudad que tanto amó, cuyo nombre involucró en sus bambucos Neivanita y
Neivana. Su profesión, con la cual se ganó la vida y crió a su familia,
mecánica de vehículos, la alternó en
una primera época como músico
cantante de la Orquesta Iberia que fundó el español Pepe Mena, orquesta que en
los años 50as. amenizaba los principales eventos sociales de la ciudad de
Neiva. Después fue miembro de la Orquesta del Chato Barrera, como saxofonista y cantante.
Se asoció con su amigo Vicente Romero como autor de la letra del bambuco
Embeleso que ganó el primer premio del II Concurso de la Canción Inédita del
Tolima, premio denominado “Pedro J. Ramos”, en la ciudad de Ibagué. La
obra fue cantada por Ma. Mercedes Falla. En 1964 se celebró el primer Concurso
Nacional de Composición, que fue ganado por Luis Carlos Prada con su bambuco
instrumental El Chato Barrera; en tantos años subsiguientes el Pipa, como cariñosamente se le conocía, fue finalista en muchos concursos.
Asociado con otros compositores paisanos suyos grabo varios LPs. El Pipa
Prada poseía un excelente caudal de variada inspiración que le permitía
componer diversos géneros de ritmos, algunos bailables, pero principalmente
dirigía su atención a las canciones en aire de bambuco. Su bambuco instrumental
El Chato Barrera, es un clásico del género fiestero en el Huila, pieza de
excelente hechura. Pero donde rayó más alto el Pipa, y en esto vence en
originalidad, oportunidad e inspiración a toda la tradición popular colombiana es en su cumbia Mito
Huilense. En un país cuyos temas amatorios, paisajísticos, algunos de
circunstancias, dominan el 100% de todas las músicas populares de Colombia, el
Pipa se sentó a hacer un repaso del folclor fóbico de nuestra gente rural y ahí se narra cómo: "Diabólica
leyenda que mis abuelos cantaban,
hablaban de la lucenda, del poira de la quebrada; solían ver ilusiones como las
del mohán en el río y una luz hecha
montón cantar siempre por el camino..."Pausadamente, los versos van
describiendo a esos seres malignos que aterrorizaban la imaginación campesina,
entreverando alguno pícaro o burlesco:
"andaba en el anca vieja de
su yegüita Julieta" y "para
asustar a la hijastra de la vieja Rosa..." No necesitó el Pipa honda
sabiduría literaria; sólo intuyó certeramente esta narrativa compacta que es
toda una enseñanza del folclor colombiano. En esto, El Pipa superó a
todos, incluyendo a poetas y escritores.
No era de balde: cargaba en sus genes potente legado literario, como hijo del
gran filólogo y lingüista huilense Julián Motta Salas; el Pipa Prada se
complacía en hacer
esta declaración. Su
madre se llamó
Casimira Prada. Está obra, que Luis Carlos grabó en sus
ocasionales asociaciones con sus amigos, no ha tenido una difusión envolvente,
como su temática lo merece.
Esto se escribió antes de su fallecimiento;
hoy tenemos la penosa sensación de que su legado musical ha quedado enmarcado
en los estrechos límites de la tierra native, frustrando los más amplios
espacios que merecían su abundante vena musical, original y amena. Ello es más
grave cuando la música colombiana cedió su lugar a otras manifestaciones de la
música que el pueblo, propicio objetivo de la industria y el marketing mediatico,
acogió.
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